Tratamiento de los problemas de deseo
Cuando el deseo se vuelve un síntoma
Dentro de este quinteto de fichas sobre los síntomas de relación, nos ocupamos ahora, más específicamente, de los problemas de deseo, tanto cuando nos abandona como cuando no se aparta de nosotros. Vemos en uno y otro caso este rasgo excesivo, por eso hablamos de una afectación sintomática. De ahí que tanto la falta como el exceso acabe en dejadez o en obsesión, según haya el sujeto tirado o no la toalla.
Empecemos por las manifestaciones donde el deseo ha decaído. Naturalmente, el rastreo de las causas nos remite siempre a la particularidad de cada sujeto, pero algo se puede decir. Diferenciamos, entonces, las caídas abruptas del deseo de aquellas que responden a un debilitamiento progresivo, y, también, de aquellas que han acompañado al sujeto desde siempre. De estos tres casos, las causas del primero son a veces muy claras, por ejemplo, haberse estancado en un duelo que ha hecho deslucir todo lo que antes tenía vida. Las causas del segundo suelen ser más difíciles de seguir, y más todavía las del tercero. Pero, en cualquiera de los tres casos, nos conducirán a las encrucijadas del sujeto con sus fantasías.
Antes de hablar de las fantasías, hagamos primero una aclaración. Las fantasías tienen también una doble faz. Por un lado están las conscientes, no siempre bien recibidas por el sujeto o por la pareja. Pero lo que juega aquí un papel crucial son las fantasías que se han ido elaborando en el inconsciente, aquellas que nos colocan en posición de objeto ante el otro.
Tira los prejuicios junto a la cama; hoy tienes una oportunidad de demostrar que eres una mujer, además de una dama
Joaquín Sabina
Para tener éxito con el sexo opuesto, dile a tu pareja que eres impotente. Ella no podrá esperar a demostrarte lo contrario
Cary Grant
Los problemas del deseo
Es en torno a esta posición fantasmática que vendrá a circular la problemática del sujeto. Y no es fácil, aun estando bien a la vista, ubicarla de entrada. Ello sucede porque, con frecuencia, nos avergonzamos de ella y hemos elaborado una serie de construcciones para ocultarla. Son nuestros ideales, que vienen a veces a contrarrestar y ocultar la posición en la que nuestras pulsiones se satisfacen.
No se trata de que haya que optar entre nuestros ideales y la matriz de nuestra posición deseante, sino de que nos podamos hacer cargo del conflicto y queramos afrontarlo. Decía Lacan que la única cosa de la que el sujeto se debería sentir culpable es de haber cedido en su deseo. Lamentablemente, es lo que suele suceder.
Pero esa posición saca a la luz nuestras miserias, y retrocedemos. Porque en ella anida lo inconfesable, nuestro lugar ante el deseo del otro. Hay que aguantar el tipo para poder escuchar lo que tan férreamente nos ocultamos y pretendemos ocultar a los demás. Esas marcas de goce que nos ha ido dejando nuestra historia particular. Y, sin embargo, aquí estamos ahora, en la exposición pública -al menos ante nuestra pareja- en la que el síntoma nos ha dejado.
Síntomas asociados
- Pérdida del deseo
- Apatía, frigidez, aversión
- Impotencia, eyaculación precoz
- Fantasías inconfesables
- Adicción al sexo, infidelidad
- Trastornos en el orgasmo
- Dispaurenia (dolor genital)
- Fenómenos de disociación
Cómo tratar los problemas del deseo
¿Cómo poder asumir la vulnerabilidad que emerge de nuestra posición? Si hay alguna esperanza de cura, pasa por ahí. Pasa por reconocer nuestra articulación y su funcionamiento. Un síntoma suele ser un crisol donde se ha venido a juntar lo más nuclear de la vida de cada uno. Detrás de una manifestación como la impotencia, la frigidez, un fenómeno de disociación o la emergencia de una fantasía inconfesable está el incómodo lugar sobre el que estructuramos nuestra sexualidad. Y no sólo eso, también el modo de intentar apaciguar nuestras más arcaicas frustraciones y desarraigos.
Todo tratamiento pasa por una escucha desprejuiciada. Una escucha que acompañe lo que el sujeto va descubriendo, reconociendo la función que ha venido cumpliendo para él sus fijaciones, esas marcas de satisfacción, mezcladas a veces de sufrimiento. El síntoma no cederá sin haber hecho su recorrido, sin haberse colocado el sujeto de otra manera. Y de otra manera verdadera, no aquella empujada por la simple voluntad.
Por eso, hay que reconocerle a quien consulta la valentía para intentar otro camino, ser guiado al propio descubrimiento de sí.