Consulta de psicología y psicoanálisis

Tratamiento del trastorno obsesivo compulsivo (TOC)

De la descripción del síntoma a la singularidad

El llamado trastorno obsesivo compulsivo, toc, es otro de los diagnósticos que más recepción han tenido en nuestros días. Posee la ventaja de una denominación descriptiva y aséptica, sin apuntar a ninguna causalidad. Así, además de poder reconocerse en ella, es una cómoda tarjeta de visita para presentarse socialmente como portador de un conjunto de molestos rituales. (Un atractivo que no ha pasado desapercibido para el cine).

Pero, más allá de este éxito, entremos en su drama particular. Rescatemos, primero, su función, la de servir de desvío o de fortaleza a algo intratable para el sujeto. Todo ritual introduce un escenario paralelo donde lo más destacable es el orden y la repetición. Hay que hacer algo, de la misma manera, una y otra vez. ¿Cuándo? Esto nos interesa. Por aquí penetramos en sus arenas movedizas… Cuando surge la amenaza. El aspecto imaginario de ésta puede ser cualquier cosa, miedo a ser contagiado, a ensuciarse, a no poder dormir…

Bien, hasta aquí, las respuestas que uno se da, que son el tapón para no abrir la caja de Pandora de nuestras angustias. De momento, concluimos que toda obsesión compulsiva busca alejar un encuentro intolerable, que toma en el exterior las más distintas formas. De esta forma, el sujeto en cuestión, presa de su miedo, termina bloqueando todo afecto y no le queda más salida que la ampliación al infinito de sus rituales. Por lo tanto, ello nos permite deducir el nivel de angustia que, de esta forma, consigue apartar.

Tratamiento en Enlazo del trastorno obsesivo compulsivo toc

La obsesión es la fuente del genio y la locura

Michel de Montaigne

Ser capaz de olvidar es la base de la cordura. Recordar incesantemente conduce a la obsesión y a la locura

Jack London

Dos tipos de trastorno obsesivo compulsivo (TOC)

Resumimos, el ritual obsesivo compulsivo nos alerta del volumen de angustia que el sujeto busca apartar. Lo compulsivo nos revela la parcialidad de su éxito, pues nada se mueve en él. El sujeto queda encerrado en su mecanismo de defensa. ¿Cómo introducir en este panorama la pregunta por la afectividad en juego cuando la respuesta del sujeto parece cerrarnos, precisamente, la puerta? 

Mantengámonos, de momento, en la escucha de su devaneo mental. No se trata de «tocar el toc», el paciente nos previene de ello. En cambio, la labor de acompañamiento incluye atender las maniobras del pensamiento, ver qué tipo de dialéctica produce. Con paciencia, el sujeto obsesivo va dejando caer la estructura que lo atrapa, va dejando salir las fórmulas que lo encadenan. Y hay que seguir su lógica. Ésta suele haber arrancado ya de niño, pisando solo el blanco de los pasos de cebra, por ejemplo, imaginándose que si se equivocaba pasaría tal o cual cosa. Poder seguir estas ideaciones es fundamental para ofrecer una salida. Pero hay que distinguir dos tipos distintos.

Nuestro ejemplo se resume en la fórmula siguiente: si hago/no hago tal cosa, ocurrirá/no ocurrirá tal desgracia. Pero, a partir de aquí, los caminos pueden bifurcarse, dependiendo del tipo de razonamiento que ligue los dos sintagmas de la fórmula del toc. Estaremos ante un caso más grave si el sujeto no puede producir una historia que ligue una parte con la otra, esto es, si carece de un mundo imaginario de relaciones que haga dialectizable su angustia interior.

Síntomas asociados

  • Alteraciones cardíacas
  • Rituales compulsivos
  • Tics
  • Pensamientos intrusivos
  • Hiperactividad
  • Insomnio
  • Sueños de angustia
  • Disociación afectiva
  • Aislamiento, soledad

Cómo salir de las obsesiones compulsivas

Todo tratamiento posible de las obsesiones compulsivas pasa, en primer lugar, por distinguir si estamos ante un caso que permite acceder a lo dialectizable, o no. Primer caso, si podemos responder afirmativamente, esto es, si hay trama a desenredar, el camino se allana para el paciente. Debidamente acompañado, irá soltando sus perlas. Unas cartas que desvelará tanto para sí -con frecuencia para su sorpresa- como para el clínico. El papel de éste es permitir que se realice el descubrimiento y, seguidamente, encauzar sus resultados.

En el segundo caso, si no hay ninguna pista a seguir, si el paciente no dispone de una madeja donde sus ideaciones se conectan, estamos ante un grado de fijeza mayor, que exige mayor prudencia en el manejo. Seguramente tendremos una coyuntura desencadenante que nos pueda orientar y ayudar a proteger. Como siempre, le toca al clínico aprender: es el paciente quien le enseña, aunque éste lo desconozca. Toca deducir si el toc refleja que estamos ante un drama interior o ante lo que para el sujeto es una tragedia.

El trabajo con la madeja donde se tejen los conflictos del sujeto es delicado y depende no sólo de lo que cada paciente es capaz de producir, sino también de cada momento de la cura. Recordando, además, que el paciente lo enseñará, siempre y cuando haya un clínico dispuesto escucharlo. Y para ello tiene que poder acoger la angustia, esa pesada carga que el paciente busca apartar de sí a través de sus rituales. De esta manera, irá pudiendo transformar su tragedia en drama, y quién sabe si después en comedia. Ésa es al menos, día a día, la apuesta.

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