Consulta de psicología y psicoanálisis

Tratamiento de la depresión

Qué es la depresión

Una primera mirada hacia la depresión nos muestra la paradoja que habita en todo síntoma. Bien conocido en sus formas exteriores, nos oculta sus verdaderas motivaciones. Un ocultamiento que se presenta reforzado en la actualidad, porque la apatía vital va en contra de los ideales de nuestra época, que prometen la realización inmediata de todo deseo. Se entiende entonces que el sujeto depresivo haya pasado de estar relativamente bien visto a ser denostado, empujándole a una vida cada vez más clandestina. Algo que, por otra parte, no desatiende sus preferencias. 

Y si miramos más atrás en el tiempo, el contraste aumenta. Hace un siglo, el extrañamiento con respecto al devenir acelerado del mundo formaba parte del mundo de la bohemia. Y provocaba un halo de atracción por el sufrimiento del alma que bañaría todo el territorio del arte y de la creación. Pues bien, eso tiene poco que ver con lo que ocurre hoy, donde ese sufrimiento encuentra un reproche casi generalizado. No nos sorprenderá entonces la negativa actual a ser escuchado.

Así las cosas, el deprimido puede encerrarse, o bien dedicarse a ocultar sus manifestaciones sintomáticas. En cualquiera de los casos, se nos presenta un sujeto que parece haber tirado la toalla, incapaz de buscar una salida acorde a su deseo. Se aviene a comprar lo que la sociedad le ofrece, como el consumo de objetos y de sustancias. O muestra su disponibilidad para apuntarse a las salidas milagrosas, las de cualquier manual de auto ayuda. En definitiva, una renuncia a la singularidad que viene a evidenciar su delicada posición.

melancolía

No quiero estar libre de peligros, solo quiero valor para afrontarlos

Marcel Proust

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza, despojado de tal idea, desesperación

Thomas Hobbes

Cómo tratar la depresión

Detenemos aquí la descripción de estas derivas, más o menos conocidas, para ir en la dirección opuesta y preguntarnos qué fue lo que provocó tal renuncia. ¿Por qué inhibió el ahora depresivo el desarrollo de su posición deseante en la vida? Porque en el tratamiento con estos sujetos es de eso de lo que finalmente se trata, de la dificultad que experimentan cuando sus pasos se encaminan por la senda del deseo. Por una razón o por otra –aquí la historia del sujeto proporciona las cartas en juego–, emprender esa dirección les resulta amenazante, y cada renuncia sólo viene a reforzar la anterior, perdida ya en el tiempo. Al final, unas y otras se olvidan, dejando atrás la posibilidad de encarar otras elecciones, hundiendo al sujeto en un marasmo del que no sabe, ni apenas quiere, salir.

Podemos entender entonces la depresión como el estado que vendría a ocultar la emergencia de una situación de angustia. Pero, ¿de qué angustia hablamos? De la que se produciría en el sujeto al acercarse a aquellas coordenadas inconscientes que alumbraron su estatuto deseante.

Síntomas asociados

  • Alteraciones cardíacas
  • Alteraciones digestivas
  • Alteraciones en el humor
  • Preocupación y estrés
  • Sensación de ahogo

La singularidad del sujeto que se deprime

La depresión decreta así el abandono a dar una batalla considerada de entrada como perdida. Y hay que decir que tanto el hombre depresivo como la mujer depresiva tienen una buena razón para ello, pues efectivamente han topado con un límite y, no pudiendo manejarlo, parece no quedarles otra que dar marcha atrás. Pero, para su desgracia, esta retirada no dejará de acarrear una consecuencia tras otra. Y la razón es clara: dejando de lado aquello que sin saberlo les orientaba, que es su deseo, y que les hubiera permitido afrontar mejor la cadena de pérdidas que acarrea la vida, se hacen víctimas de su propia elección. Del tipo que sea, por la vía pasiva y solitaria, o por la vía de la sumisión a cualquier tipo de paraíso artificial, la huida acaba en encerrona.

¿Cómo y dónde ubicar ese momento fatídico en el que el sujeto no puede hacerse valer y tira la toalla?

Aun siendo distinto para cada uno, quizás podamos entrever como rasgo más frecuente una falta de sostén del entorno para permitir articular las pérdidas, sobre todo en los momentos de encrucijada del sujeto, en la niñez y en la adolescencia, donde percibimos casi siempre una falta de escucha, incluso después de que sonaran todas las alarmas. Pero esto no es todo y, tal vez, ni siquiera lo más importante, porque nos quedaría por sumar la parte que le corresponde al sujeto, que si mira hacia su mundo interior no lo hace sin sentir una vergüenza difícil de situar. Por ahí se enraíza lo auténticamente problemático para el depresivo, en cómo resolvió su ecuación en el ámbito del deseo.

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