Tratamiento del estrés
La respuesta singular del sujeto
No cabe duda de que la denominación de estrés para designar manifestaciones de angustia vinculadas a las sobrecargas de la vida moderna ha tenido un éxito universal. Sin embargo, para evitar caer en lo atractivo que tiene un concepto que funciona a la perfección como cajón de sastre, es preciso introducir alguna referencia previa. Ello no quitará que dilucidemos también las raíces y los fundamentos de este éxito.
Por eso, a nadie se le ocurrirá discutir que un ambiente en extremo exigente pone a prueba nuestros límites, tanto físicos como anímicos, pero cada uno lo vivirá desde su particular lugar en el mundo. Por eso, dicho ambiente no pone en jaque otra vulnerabilidad que la de un sujeto en singular. Evitemos, entonces, los lugares comunes, pues vienen a evacuar lo que aquí más nos interesa, el trabajo con una subjetividad que ha entrado en crisis.
Bien sea en situaciones en las que se viene a sumar la respuesta sintomática de la pareja o de los compañeros de trabajo, o cambios importantes en la vida del sujeto, como puede ser un matrimonio, tener hijos, heredar, hacer frente a un juicio, etc., se encontrará, como en la famosa película, solo ante el peligro. Esa soledad no es otra que la que actualiza una desubicación originaria, una vez caída la defensa que hasta ese momento, mal que bien, le había venido funcionando.
Tómate un descanso; un campo que ha descansado da una cosecha generosa
Ovidio
Un tratamiento del estrés
Antes de pasar al encuadre del posible tratamiento, podemos volver un momento sobre fundamento del éxito generalizado del síntoma de estrés. Nos da la pista necesaria para entender lo que ocurre. Ahora, el sujeto se aferra a una nueva identificación: sufre, no cabe duda, siendo víctima de una situación. Deducimos que la identificación anterior, sobre la que hasta entonces se sostenía, se ha resquebrajado, lo que lo empuja a sustituirla por otra. La nueva describe bien su dificultad para hacer frente a la nueva situación, una vez que se ha desorientado, que ha perdido el impulso y la vida carece de repente del sentido que tenía.
En resumen, caída su defensa ante circunstancias desfavorables, el sujeto se haya sobrepasado, colocado, por tanto, en un lugar pasivo. Y aquí radica el peligro de quedarse estancado en la nueva identificación. Si bien ofrece en un primer momento un paraguas protector que puede ser necesario, después de esa acogida hay que poder volver al camino.
Naturalmente, será el acompañamiento terapéutico de las dificultades de cada sujeto lo que marque los ritmos de esa salida. La clínica es siempre de lo singular. Se trata de facilitar que se pueda hacer frente a la situación desde otro lugar, no simplemente el retorno a la posición anterior, pues por alguna buena razón ésta no fue suficiente. Es preciso aprovechar el momento para fortalecer nuestro lugar. Una vez que hayamos reconocido las cartas que han determinado nuestro camino, podremos reemprender la marcha.
Síntomas asociados
- Pérdida del deseo
- Angustia
- Irritabilidad
- Rumiaciones obsesivas
- Agresividad
- Insomnio
- Sueños de angustia
- Mareos, tics, rituales
- Sometimiento
- Abuso, estrago
- Disociación afectiva
Un caso particular, el estrés postraumático
Hemos dejado para el final un caso particular, el trastorno de estrés postraumático, desencadenado por una causa exterior grave (catástrofes, atentados, accidentes), pero que puede ilustrar también lo que venimos diciendo. Porque lo que aprendemos de estos casos extremos nos orienta sobre lo que ocurre en el resto de casos, digamos más benignos.
Desde que fijara en él Freud su atención ante los casos de traumatizados por la Primera guerra mundial, se han ido ensayando distintos abordajes que nos permiten actualizar el enfoque. Aunque siempre se ha intentado generalizar el tratamiento y acortar los tiempos con protocolos de actuación, hay que insistir en que esto no funciona para todos. (Puede leerse este artículo de Beatriz García, sobre el estrés postraumático).
Es cierto que los traumatizados tienden a reunirse, a formar asociaciones y a dedicar su tiempo a una lucha colectiva, reivindicativa. Allí donde quedó en suspenso la vida, con las identificaciones que la sostenían, la angustia es más fácil llevarla desde una nueva identidad, la que proporciona el grupo. Pero, finalmente, hay otro tipo de tratamiento que no puede ser relegado. Por eso, las reuniones de grupo terminan siendo insuficientes para tratar lo que se ha roto en cada uno.
Un ejemplo clínico
Un ejemplo nos ilustra a la perfección el difícil pasaje que tarde o temprano se ha de afrontar, y la necesidad de un acompañamiento terapéutico individualizado. Relataba una paciente que a raíz de un atentado iba en silla de ruedas la intervención de la psicóloga que, tras un año de tratamiento, le había salvado la vida. Supo esperar el momento para señalarle esa otra inmovilidad que la aquejaba: «Cuando te quites la silla de ruedas de encima de la cabeza y te la pongas debajo del culo podrás continuar con tu vida». Pero, ojo, ese momento preciso es el de cada uno, y sólo puede determinarse en el tratamiento.