Tratamiento de la anorexia
La anorexia, un problema con la imagen corporal
Una aclaración previa, el síntoma del que nos ocupamos a continuación, la anorexia, no puede entenderse de manera aislada, sino como una las afecciones que la dificultad de asumir la propia imagen corporal genera. Los dos síntomas más comunes han sido la anorexia y la bulimia, por eso les dedicamos su ficha específica, pero aconsejamos consultar primero la genérica sobre los problemas que la imagen corporal genera.
Como avanzábamos también hablando del TOC, observamos en los síntomas contemporáneos modos de afrontar los conflictos sin el soporte estructural del lenguaje. Son síntomas que tienden a eludir la historia del sujeto y se manifiestan a través de un tratamiento directo sobre los goces. Las adicciones o las acciones directas sobre el cuerpo (cortes, por ejemplo) son los ejemplos paradigmáticos. El sujeto actúa in situ, contraponiendo al desarreglo que siente, que es la hemorragia por la que pierde su ser, el tapón que ha encontrado.
¿Problema social o problema singular?
Por eso, estos síntomas actuales parecen propagarse como epidemias, dada la necesidad de sostenerse en una identificación. No extrañará, entonces, la influencia de los ideales de la época, que parecen influir como si de una moda se tratara… Y que se materializan hoy en la creación de comunidades digitales…
Por todo ello, se hace más necesario que nunca un abordaje que vuelva a situar el problema donde se origina. Y aquí hay dos tiempos fundamentales: uno, la configuración de la imagen corporal en la infancia; y dos, la eclosión del síntoma en la adolescencia, una vez que los cambios corporales adquieren y manifiestan su carácter sexuado.
En consecuencia, para poder escuchar los conflictos particulares y los sufrimientos de cada sujeto es preciso evitar reducirlos al ámbito de la alimentación. Que constituya la obsesión del sujeto nos habla del recurso inmediato que ha encontrado. A fin de cuentas, una satisfacción sustitutiva, solitaria, cuasi milagrosa al problema de relación con el otro, en un momento coyuntural clave.
La anorexia, la bulimia o el trastorno de atracones son síntomas de una progresiva alienación de sí mismo. Al final uno ya no siente su propio cuerpo
Byung-Chul Han
La anorexia restrictiva es una adicción que hace creer en el control cuando en realidad conduce al cuerpo a su destrucción
Delphine De Vigan
El control y la pureza, el cuerpo blanco de la anorexia
Por eso, no será de extrañar que la mayor parte de las personas que desarrollan una anorexia sean jóvenes adolescentes, en general mujeres, que se enfrentan a las primeras relaciones amorosas desde un cuerpo percibido ahora por todos como sexuado. Entonces, la dificultad para asumir lo que se ha desatado, o lo que se teme que se desate, genera la aparición de una respuesta que trate el goce del cuerpo de una manera consciente y decidida. Se trata de detener a toda costa lo que perturba, el desborde pulsional, pero éste no puede ser tratado si no es a través de otro tipo de exceso: bien por la vía del control, o por la vía del descontrol. En resumen, tanto la anorexia como la bulimia son maneras de canalizar la angustia en una acción directa.
Pasemos ahora al caso particular de la anorexia. Lo que se ha descontrolado encuentra aquí, en la imagen del cuerpo, el lugar propicio para desvelarse: el propio cuerpo amenaza con una deformación inasumible. El sujeto responde entonces con una estrategia de control que incidirá, directamente, en el modelado del cuerpo, tratando de detener todo aquello que genera una angustia indecible.
¿Qué persigue este control?
Lo que se observa más frecuentemente en los sujetos anoréxicos es un culto al cuerpo como superficie lisa, blanca, pura, libre de protuberancias. Dejar fuera el afecto indigesto. Y para lograrlo, disciplina y control exhaustivo de lo que se come, la contabilidad estricta de las calorías que se consumen. Pero lo que se expulsa por la puerta retorna por la ventana. La satisfacción excesiva también se encarna, pasa a estar en esta limitación y en los logros que día a día uno es capaz de medir y conseguir.
¿Una satisfacción? Bueno, aquí hay que ser prudente, dejar de lado las generalidades e ir al caso concreto.
Lo importante es la función que en cada sujeto cumple, y la variabilidad que encontramos es tanta como sujetos que «hacen» una anorexia. Leámoslo así, encuentran esta vía para defenderse de un conflicto. ¿Por qué no escucharlo? Quizá nos sea permitido hablar de satisfacción en el sentido de ese forzamiento. De alguna manera, se le hace hablar al cuerpo en un lenguaje de cuerpo, fuera del ámbito de la comunicación. En el aislamiento de toda relación que no sea con aquellos identificados con la misma respuesta sintomática.
Síntomas asociados
- Distorsión de la imagen corporal
- Angustia
- Irritabilidad
- Aislamiento social
- Fatiga
- Insomnio
- Mareos, desmayos
- Pérdida del deseo
- Síntomas físicos asociados a la delgadez extrema (malnutrición, pérdida del pelo, pérdida de la menstruación, alteraciones en la sangre, digestivas, etc.)
¿Cómo tratar entonces la anorexia?
También esta pregunta exige una matización. No tratamos la anorexia sino sujetos que presentan este síntoma. Y, como en el tratamiento de todo síntoma, nos interesa escuchar el padecimiento que ha provocado esta forma de respuesta, que, no lo olvidemos, viene como una primera solución.
Con paciencia, cuando el paciente sienta que no está en nuestro ánimo despojarlo de su defensa, accederá a contarnos sus preocupaciones. Todo lo que el sujeto cuenta es valioso en sí mismo, y más cuando se produce en el marco de una transferencia clínica positiva. Directa o indirectamente, sus emociones están en juego y hablan en él. Se trata de escucharlas a partir de una formación experimentada.
Los dos momentos
Volvemos ahora a lo que señalábamos al principio, los dos momentos que no debemos perder de vista, la constitución de la imagen del cuerpo y la eclosión del problema. A través de lo que el sujeto pueda ir contando, surgirán los detalles que nos ilustren la coyuntura desencadenante (una petición de un novio, unos comentarios de unas amigas, una actitud de la madre o del padre…). Pero no será más que la puerta de entrada a su problemática, aquella donde se ha evidenciado una falta de recursos que le ha dejado expuesto.
Sin duda, esta falta de recursos actual tendrá una historia. Con dos posibilidades, la de una historia tejida emocionalmente por el sujeto, o bien vacía de representaciones. Conviene poder diferenciar en el tratamiento en qué supuesto nos movemos.
Más allá, como telón de fondo, estará la constitución de la imagen del cuerpo, el momento inicial donde el sujeto articuló su imagen como soporte y representación de sí mismo. Algo que no se hace en soledad sino en diálogo afectivo con los progenitores, comúnmente con la madre. Hemos desarrollado un poco más esto en la ficha de la imagen corporal, pero, para concluir aquí, destacaremos que este detalle relacional es el que permite al sujeto en terapia que pueda construirse nuevos recursos para afrontar sus actuales dificultades.