Tratamiento de la bulimia
La bulimia, un problema con la tramitación de la pérdida
Después de haber desarrollado cómo se configura y qué problemática genera nuestra relación con la imagen corporal, y de haberle dedicado también otra ficha a uno de sus síntomas más habituales, la anorexia, pasamos a continuación a ocuparnos de la bulimia y su tratamiento.
Para empezar, maticemos primero la creencia común que coloca a la bulimia como lo opuesto de la anorexia. Porque, pese a sus manifestaciones opuestas, en lo principal comparten naturaleza. Son opuestos que se tocan y donde puede haber incluso una circularidad: de la nada como objeto al todo como objeto. De hecho, no es raro que un síntoma sea sustituido por otro. ¿Qué comparten? Anorexia y bulimia son dos modalidades de taponar una grieta, un sufrimiento, mediante un exceso.
A continuación, nos centraremos en un aspecto crucial que, si bien afecta a ambas, lo hace de una manera singular en la bulimia, la tramitación de la pérdida.
¿De qué pérdida hablamos?
Señalemos primero que la oralidad nos habla de una pulsión que se estructura con el primer otro del sujeto, aquel con el que va a construir su lugar en el mundo. Por lo tanto, será en esa relación privilegiada en la que tramite sus pulsiones. Un proceso de reconocimiento de lo propio (incluido lo íntimo) en lo ajeno, con vistas a permitir una futura autonomía, esto es, de cara a construir un modo de estar propio frente al mundo.
En resumen, es el camino por el que el niño y la niña van a subjetivar sus impulsos, sus ansias y sus frustraciones. Todos ellos en diálogo con ese otro que le traduce en un primer momento sus afectos, su madre. Y como telón de fondo, la transmisión de lo que para todos resulta insoportable, que la satisfacción completa no es posible y que esta inadecuación es inherente a la condición humana. Una lección tan amarga como necesaria: nadie puede darnos lo que queremos porque ni siquiera nosotros mismos lo sabemos.
La clave del proceso es, entonces, cómo subjetivar esta pérdida.
La anorexia, la bulimia o el trastorno de atracones son síntomas de una progresiva alienación de sí mismo. Al final uno ya no siente su propio cuerpo
Byung-Chul Han
Sufrí una bulimia incontrolable, y también una sensación de no servir para nada, de ser inútil, de no tener esperanza ninguna, de haber fracasado en todo
Lady Di
La soledad del sujeto
Esta amarga lección implica un camino complejo y lleno de dificultades, donde el sujeto llega incluso a poner en juego su ser para calibrar lo que su pérdida afecta al otro. Un tira y afloja ante cualquier frustración, que tendrá dos territorios donde dirimirse, el relacional y el solitario. En la medida en que no encuentre satisfacción por la vía relacional, el sujeto buscará la calma por la vía privada. Se aferrará a ella para taponar lo que siente como pérdida intolerable.
De esta manera, bajo la amenaza de la angustia, irá dando consistencia a un mecanismo de reparación de lo que siente que no puede perder. Decimos entonces que el sujeto ha encontrado su objeto, en este caso la comida, para taponar sus frustraciones, una tirita a la hemorragia que siente en su ser.
Un problema relacional
Lo leemos entonces como el resultado de un problema relacional, de una dificultad del sujeto para extraer de ese cruce afectivo con el otro los medios para tramitar el desgarro que se siente. Y su respuesta nos muestra la dimensión de su tragedia subjetiva, su soledad.
La compulsión a la que no puede parar de entregarse nos indica el grado de desamparo originario que siente. Una incomprensión establecida en el nexo con la madre que se va a trasladar después a todo encuentro difícil con el otro, sea quien sea. Este sufrimiento en bruto provoca un recurso también en bruto, la ingesta masiva, sin mediación alguna. Y vemos también la consecuencia, el sujeto se encierra, no puede salir de la trampa a la que su aislamiento lo condena. Por un lado, se siente abandonado, incomprendido en el nivel mismo de su ser. Por otro, responde a esta falta sentida en lo afectivo con un objeto, la comida, en el engaño de que ésta le retorna la pérdida inasumible.
En resumen, éste es el circuito cerrado en el que se encuentra atrapado. Condenado a la soledad, le aplica al objeto un poder salvífico que le encierra de nuevo en su soledad. Así las cosas, ¿qué salida sería posible?
Síntomas asociados
- Distorsión de la imagen corporal
- Angustia
- Irritabilidad
- Aislamiento social
- Bullying
- Depresión
- Cambios de humor repentinos
- Atracones
- Vómitos inducidos
- Toxicomanías y adicciones
- Fatiga
- Insomnio
- Mareos, desmayos
- Pérdida del deseo
¿Cómo tratar la bulimia?
Acudimos ahora a nuestra práctica clínica, que nos viene mostrando la necesidad que preside todo tratamiento, de sostenerse en dos pilares fundamentales.
En primer lugar, recoger la extrema vulnerabilidad en la que viven estos sujetos, que experimentan un gran sufrimiento en aquellas coyunturas que exigen tramitar una pérdida importante.
En segundo lugar, el lugar del clínico, que ha de estar colocado en un lugar de apertura y de acogida a estos pacientes, para evitar encarnar el Otro social. La continuidad y el éxito terapéutico pasa por no encarnar el lugar del rechazo, que es el que el paciente vive una y otra vez, ahogándose en su soledad.
Por eso, atendiendo a esta vulnerabilidad especial, no tiene sentido demandar de entrada lo que el sujeto no puede hacer, una detención de aquello que le sirve, de momento, de único alivio.
Un apoyo terapéutico para salir de la soledad
Para inventar otro tipo de solución, hay que aceptar primero lo que hay: un sujeto que ha encontrado en los atracones una solución mágica cuando se le presenta una angustia insoportable. Por ello, el tratamiento que empleamos no se espanta ante esta realidad, lo que no significa tampoco que fomente lo que no deja de ser una cárcel para el sujeto.
Pero poner las bases del cambio exige, primero, un acompañamiento, recorrer con el sujeto que ha recurrido a la bulimia las trampas en las que cae. Lo hacemos, apoyándonos en una visión del síntoma como manifestación del conflicto inconsciente del sujeto. Es lo que nos permite reconocer y tratar cada una de las trampas, sosteniendo al sujeto tras cada recaída. Son las maneras por las que el síntoma evidencia la rotura del lazo con el otro.
Por eso, resulta esencial el ejercicio de una labor terapéutica que desmienta día tras día esa soledad, ese pozo que aboca al sujeto bulímico al goce de la ingesta súbita y masiva.