Tratamiento de las obsesiones
Qué son las obsesiones
Las obsesiones y los rituales compulsivos constituyen la maniobra privilegiada del neurótico obsesivo para evitar la emergencia de una angustia particular. Pero su circuito amurallado, erigido para mantener alejada su fragilidad, se le ha terminado convertido en la prisión donde se enfría su deseo.
Para empezar, haremos alguna distinción básica. Si bien es cierto que las obsesiones son uno de los síntomas más habituales de la llamada neurosis obsesiva, la posición del sujeto no puede ser reducida a sus síntomas. Lo importante es entender la articulación, la función que cumplen en la vida del sujeto. Se entenderá entonces que un mismo síntoma pueda corresponder a sujetos muy diferentes y que sólo mediante su análisis pueda desvelarse su significado.
Una vez hecha esta distinción, reduciremos aquí nuestros comentarios a las obsesiones que se manifiestan en los neuróticos obsesivos, dando prioridad a su función. Así, más que del síntoma aislado, hablaremos de los sujetos que lo padecen.
El pensamiento obsesivo como cauce de otro malestar
Su nombre viene dado por ese rasgo general de permanente esfuerzo de pensamiento, aunque comparten un abanico de síntomas compulsivos, desde las obsesiones a los rituales, a toda la serie de comportamientos donde la reiteración y la repetición es la pauta. Pero lo fundamental es que este entramado sintomático está destinada a establecer una defensa. Un parapeto que funciona, más allá de lo torturante de sus cavilaciones, como una exitosa maniobra de distracción. El devaneo mental en el que el obsesivo queda atrapado viene al lugar de un conflicto, de cuya naturaleza se defiende. Pero su problemática original queda de esta forma inmovilizada, oculta a sus ojos, haciéndose él mismo arquitecto y guardián de su propia fortaleza, que no es otra cosa que el refugio donde ha encarcelado a su deseo.
Las ideas fijas nos roen el alma con la tenacidad de las enfermedades incurables. Una vez que penetran en ella, la devoran, no le permiten ya pensar en nada ni tomar gusto a ninguna cosa
Guy de Maupassant
El mal que carcome al obsesivo
En resumen, las obsesiones vienen a ser la trama visible donde el sujeto se enreda, repitiendo sus fórmulas para detener la emergencia de la angustia, en total desconocimiento de sus causas. Porque el obsesivo tiende a modificar su carácter hasta que la angustia no llega a emerger. A este trabajo se dedica sin descanso, buscando someterlo todo a su control, a su cálculo estricto. Por eso, esta dedicación hace del obsesivo un sujeto razonante en extremo. El obsesivo está siempre presto a la exhibición de sus dotes, pero para dejar de lado sus sentimientos. La razón es clara, pues a lo que verdaderamente aspira es a tener sus problemas afectivos a buen recaudo.
Así las cosas, su posición habitual es la retención, esto es, su dificultad de ceder en el intercambio. Incapaz de asumir cualquier situación de pérdida y de alteración de su rutina, pareciera que al obsesivo no le quedara otra que repetir sus fórmulas. Pero, ¿cuál sería este mal que el obsesivo intenta apartar?, ¿qué suciedad no alcanza a limpiar? Ante ese enigma queda paralizado, debatiéndose en la duda y retrasando al infinito la acción. A lo más que llega es a expresar su inhibición mediante alguna fórmula, que vive como un mandato, del tipo “si no hago tal cosa… ocurrirá tal desgracia”.
Este mal que carcome al obsesivo nos remite a sus sentimientos de culpa inconscientes, que son el resultado de la respuesta que dio a un conflicto originado en el campo del deseo y del goce. Éste es el verdadero fondo problemático del obsesivo, de lo que se protege levantando sus murallas. Su punto débil es su relación con el deseo, que intentará mantener lo más lejos posible.
Síntomas asociados
- Alteraciones cardíacas
- Problemas digestivos
- Alteraciones en el humor
- Preocupación y estrés
- Sensación de ahogo
- Insomnio
- Pensamientos intrusivos
- Tics
- Rituales compulsivos
El punto débil del obsesivo y la apuesta del analista
Con estas maniobras, el obsesivo trata de evitar la angustia que le provoca el deseo del otro, la aparición de su demanda. Por eso intentará rebajarla a una demanda de objetos y se aplicará a satisfacerla con la exhibición de sus dotes. No hay que dejarse engañar por su trabajo infatigable y por sus hazañas, la apariencia de hacerlo todo por el otro esconde el pago de la culpa. Ahí encontraremos su debilidad: cuando la puerta del enigma del deseo del partenaire se abre, el obsesivo se descompone.
Es cierto que el obsesivo identifica bien cuáles son las compensaciones a las que se entrega, incluso sus goces clandestinos, sus apegos familiares, en especial su vinculación a la madre, pero ha conseguido desligar de ellos el afecto, racionalizando a posteriori su posición. En la actualización presente de aquellas vivencias generadoras de culpa, con su inevitable cohorte de odios y rivalidades, se engancha la emergencia de la angustia cada vez que el deseo hace acto de presencia. De ahí el combate que el obsesivo emprende a través del circuito cerrado de sus pensamientos.
Una puerta abierta al tratamiento de las obsesiones
Todo ello explica las dificultades habituales que encontramos en la clínica con sujetos obsesivos, tan diestros en el manejo dialéctico para eludir su posición deseante. Por lo tanto, este carácter amurallado de su estructura exige un trabajo minucioso, un desmontaje del desvío razonante en el que el sujeto se encierra. Es la apuesta del analista, que haya maneras de acercase al tratamiento de los goces. Finalmente, cuando el obsesivo es capaz de reorientar su esfuerzo y se permite hablar de las angustias que sufre, se abre también la vía para que estas pesadas cargas puedan empezar a desprenderse.
Consulta afecciones afines a las obsesiones
- Hipocondría
- Ataque de pánico
- Trastorno obsesivo compulsivo
- Estrés
- Depresión