Consulta de psicología y psicoanálisis

Tratamiento de los ataques de pánico

Caída del velo protector, irrupción del pánico

¿Qué ocurre cuando se tiene un ataque de pánico? A diferencia de la fobia, donde, tras la señal de angustia, el sujeto echa mano del objeto fóbico para orientarse, en los ataques de pánico el sujeto se encuentra desprovisto de este recurso, de esta última protección, y se enfrenta directamente con el horror. Si puede poner palabras dirá que cree morirse o estar volviéndose loco, pero, ¿a qué horror se enfrenta? 

Empecemos preguntándonos por la disposición previa, aquello que le permite defenderse de sus encuentros desagradables. Frente a la angustia que le produce no saber cuál es su lugar en el mundo, el sujeto desarrolla una protección. Es como un velo que impide que lo desconocido le impacte directamente. En la medida en que este velo le funcione, las relaciones no amenazarán su equilibrio. Pero es inevitable que tarde o temprano su fortaleza sea puesta a prueba por encuentros desagradables. ¿Qué pasará entonces? ¿Qué hace que unos no puedan sobrellevarlos y entren en pánico?

La fortaleza del velo depende de los recursos simbólicos con los que el sujeto cuenta para enfrentar lo desbocado de sus pulsiones. Probablemente depende de muchas cosas, pero no cabe duda de que el desamparo originario frente a las expectativas de los progenitores juega un papel esencial. Sobre todo, cuando dichas expectativas venían a taponar en ellos una dificultad propia en el manejo de los afectos. Este desamparo aboca al sujeto a una soledad para regular sus pasiones que será el caldo de cultivo donde aniden los temores. Cuando el velo protector se rasgue sobrevendrá la angustia, desorganizando el campo desde el que el sujeto leía la realidad. No pudiendo nombrar lo que le ocurre, se le impondrá una manifestación inquietante.

Tratamiento en Enlazo de los ataque de pánico

La gran fuente de terror en la infancia es la soledad

William James

A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, o los que no pintan o componen música, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana

Graham Greene

Cómo tratar los ataques de pánico

Por ello, podemos pensar la coyuntura desencadenante como la del antiguo rito de paso, pero al que el sujeto llega sin recursos simbólicos para tramitarlo. Hay que decir que muchas veces el primer ataque de pánico ha quedado en el olvido detrás de la nebulosa de los pánicos posteriores, y del séquito de inhibiciones, fobias, etc., que se han ido desarrollando. Además, el pánico suele crear un miedo al pánico mismo, capaz de ahuyentar al sujeto de pensar y de hablar sobre ello, introduciendo una dificultad adicional a las posibilidades terapéuticas.

No se trata, entonces, de atacar el problema directamente, como si hubiera a la vista un tesoro a descubrir. Que el sujeto no pueda nombrarlo tiene sin duda sus motivos, en consecuencia, mejor tener paciencia para permitir su despliegue. Ello no implica postergar los efectos terapéuticos de la escucha, todo lo contrario, significa no entrar en pánico con el paciente. El acompañamiento exige de una posición de exterioridad que sostenga y ampare la angustia del sujeto. Establecido este apoyo necesario, irá pudiendo desplegar en consulta lo que verdaderamente le aqueja. 

Es posible que hagan entonces aparición cosas imprevistas que hasta ese momento se creían ajenas al penoso resultado. Quizás por ahí podemos entender la extensión contemporánea de estas manifestaciones clínicas, tan poco favorables a los vínculos transferenciales de la palabra, como son las anorexias, atracones, adicciones o los ataques de pánico, que nos orientan hacia una clínica centrada en el objeto, una clínica que trabaja para reintroducir en este real el camino hacia un nuevo ordenamiento simbólico.

Síntomas asociados

  • Miedo a perder la razón
  • Espasmos de cualquier tipo
  • Alteraciones cardíacas
  • Alteraciones digestivas
  • Sensación de ahogo
  • Sensación de irrealidad
  • Náuseas y mareos
  • Sudoración repentina
  • Hormigueos y adormecimientos

La extensión del fenómeno en la actualidad

Hace algo más de cien años, en el texto Psicología de las masas y análisis del yo, Freud escribió sobre el papel tranquilizador que jugaba para las masas la identificación al líder. Esta identificación, que permite creerse ser amado por igual por el líder, aglutina a las masas, las hace fuertes en tanto masa. Por eso, cuando de repente esta identificación no puede sostenerse, la masa entra en pánico y se dispersa en desbandada, conduciendo a lo peor. Vayamos entonces nosotros de las consecuencias a las causas, para fijarnos en el desamparo previo, origen del vínculo creado. ¿No nos alerta de eso la señal del pánico, de que si hubo la necesidad de un vínculo tan fuerte fue para protegerse de algo previo y singular, que producía nuestro desasosiego?

Podemos concluir entonces, que esta dependencia de la masa al líder nos habla de la fragilidad del sujeto en particular. En nuestra época, esta fragilidad ha sustituido aquellas fuertes identificaciones a ideales por otras más lábiles, que carecen de un poder estructurante. Digamos que la mentira de antaño no le sirve y lo que encuentra en su lugar, las pequeñas mentiras de nuestra época, tampoco. Y en lugar de estar más protegido contra sus fantasmas, está más indefenso que nunca.

Por aquí se cuela esa singularidad de la que hablamos, la que tiene que ver con su exposición originaria al deseo, desregulado o no, de aquel otro con el que se relacionó. En la medida en que no pudo construirse una base más sólida para resistir los conflictos de las pasiones se verá expuesto a sus embates, en la modalidad que sea, conduciendo al sujeto a su soledad. Se tratará entonces de facilitarle una nueva construcción a partir del reconocimiento del conflicto interior, hasta ahora desapercibido.

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